El verdadero problema de nuestro modelo educativo consiste en que su principal objetivo es aniquilar el raciocinio de los estudiantes, obligándoles a seguir instrucciones sin pensar. La idea es convertir a todos en el prototipo del buen obrero, propuesta nacida de la era industrial que ya es, totalmente, obsoleta, pero sigue vigente en nuestro país, a pesar de los malos resultados.
Desde la última década del siglo pasado, el nuevo prototipo es el colaborador/emprendedor que, utilizando su intelecto y creatividad para convertir la información en herramientas, desarrolla procesos que resuelven problemas. Es la era de la información y el que no sepa interpretarla, no tendrá cabida en la nueva economía.
Pero la instrucción, como complemento de la educación, no sólo consiste en desarrollar mejores entes económicos, sino mejores seres humanos. Personas que utilicen sus capacidades y razonamiento para mejorar su situación, la de sus familias y, como consecuencia, la de sus comunidades y países.
Es por esto que es importante cultivar la curiosidad y el interés en el mundo, tanto el que nos rodea como el que está más allá de nuestro entorno, algo que ahora es mucho más fácil con el acceso a Internet y sus herramientas. Pero la tecnología no sirve de nada sin la creatividad y el raciocinio, pues hay tanto información falsa como verdadera diseminada en el mundo y hay personas que confunden opinión con hechos. Por estas razones, es importante saber discernir unas de otras.
Para lograr esto, debemos utilizar el pensamiento crítico: si no saben, pregunten; si no parece lógico, cuestionen; si no comprenden, investiguen, lean, analicen, comparen y saquen sus propias conclusiones con base en la razón, lógica y evidencias. Sólo así podremos crear soluciones efectivas a nuestros problemas y los de la humanidad.