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En tiempos del corona virus
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Anoche terminé de ver la serie documental Pandemic (Pandemia) de Netflix. En tiempos normales, no me habría llamado la atención ver este documental, pero no son tiempos normales, estamos viviendo una pandemia que, en el futuro, será contemplada como un hito histórico de la humanidad, para bien o para mal, según se desarrollen los acontecimientos. Por ese motivo me decidí a ver el documental que narra las historias de varios médicos y científicos de distintas partes del mundo y cómo son sus vidas y luchas por controlar o evitar brotes epidémicos de ébola, gripe aviar, gripe porcina, y hasta sarampión, tanto en animales como en humanos.
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Que tanto científicos como médicos, tienen que estar, prácticamente, mendigando fondos para sus estudios, medicamentos y equipos. Incluso hay hospitales que luchan por mantenerse abiertos, pues no reciben fondos estatales. Esto sucede porque los gobiernos, de países grandes y pequeños por igual, prefieren gastar en su aparato militar y en las estupideces que inventan los políticos, que en el cuidado preventivo de la salud de sus habitantes.
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Que hay mucha gente con poder y dinero que promueve ignorar, arrinconar, anular o atacar a la ciencia, como fuente de información basada en evidencias, con el objeto de lucrar. Esa gente, lamentablemente, compra conciencias y gobiernos para satisfacer su codicia, a expensas de la salud de las personas y del planeta.
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Que la ignorancia generalizada, de temas médicos y científicos, es un gran peligro. El documental muestra el riesgo que existe con la proliferación de campañas anti-vacunas, basadas en falsas premisas y libertades extremas, que evitan poder combatir los brotes o están creando el ambiente para que enfermedades largamente controladas, vuelvan a convertirse en una amenaza para los ciudadanos, especialmente, los niños.
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Que el personal de salud y los científicos son seres humanos con un sentido de responsabilidad social y de sacrificio mucho más desarrollado que el del resto de los humanos. Ellos están dispuestos a poner su vida en riesgo, todos los días, para salvar las vidas de otros. Les debemos, por lo menos, escuchar su mensaje y apoyarlos, siguiendo las instrucciones, estemos enfermos o no.
En el Día Internacional de la Mujer, recordemos…
- Que aún vivimos en un mundo en el que el maltrato a la mujer sigue existiendo. En el que hay miles de niñas sufren mutilaciones «para que no sientan placer». En el que las vejaciones, abusos y violaciones siguen sucediendo y a sus víctimas no se les hace justicia. En el que el maltrato doméstico que, en incontables ocasiones, desemboca en la muerte de la mujer y la orfandad de los hijos, no ha desaparecido. En el que la educación sexual integral es negada a quienes más la necesitan. En el que la discriminación no ha desaparecido.
- Que aún vivimos en un mundo en el que la igualdad de derechos y oportunidades sigue siendo una meta por lograr. En el que hay millones de niñas a las que se les niega el derecho a educarse, mientras otras tantas pierden la oportunidad, debido a la pobreza de sus familias. En el que hay miles de mujeres que no tienen derecho a la tierra que trabajan, a una casa propia y a una vida digna. En el que la discriminación no ha desaparecido.
- Que aún vivimos en un mundo donde hace falta justicia social que garantice la seguridad de la población femenina. En el que hay sociedades en las que las niñas son consideradas una carga para sus familias y, por esta razón, son abandonadas o vendidas como esclavas. En el que la discriminación no ha desaparecido.
- Que aún vivimos en un mundo donde no hay equidad salarial. En el que a los hombres se les paga mejor que a las mujeres, aunque ambos hagan el mismo trabajo, tengan las mismas calificaciones e igual capacidad. En el que, incluso a pesar de que esas mujeres tengan mejor desempeño, mejores calificaciones y mayor capacidad, al hombre se le paga más por el sólo hecho de ser hombre. En el que la discriminación no ha desaparecido.
- Que aún vivimos en un mundo en que millones de mujeres no tienen derecho a decidir sus vidas. En el que hay miles de niñas, jóvenes y mujeres que son obligadas a casarse, incluso con hombres a los que no conocen o les triplican la edad. En el que en lugar de poder elegir su profesión, deben estudiar lo que su padre decida, si es que le permite estudiar. En el que sus esposos les impiden ejercer su profesión, trabajar e, incluso, administrar su dinero, si trabajan. En el que niñas que han sido violadas son obligadas a llevar a término el embarazo, incluso en lugares en que la ley les permite interrumpirlo, volviendo a violarlas al arrebatarles el derecho a no cargar con el producto de la violencia contra ellas. En el que la discriminación no ha desaparecido.
- Que aún vivimos en un mundo que no ha entendido que las mujeres somos personas y, es por eso que tenemos el mismo derecho a cumplir nuestros sueños y alcanzar la felicidad, en nuestros propios términos. En el que la discriminación no ha desaparecido.
- Que el Día Internacional de la Mujer se hizo necesario para honrar la lucha de millones de mujeres que nos precedieron y para motivarnos a seguir luchando por nosotras y los millones de mujeres que nos sucederán porque, lamentablemente, la discriminación no ha desaparecido.
De gigante a inmortal.

No puedo precisar, con exactitud, cuándo lo conocí, puede haber sido antes que yo naciera, pues los lazos de amistad entre nuestras familias se remontan a dos generaciones anteriores a la mía. Recuerdo, desde siempre, estar de visita en casa de su hermano Rodrigo y su cuñada Susana, que había sido la mejor amiga de mi abuela María, y compartir allí con su extensa familia que terminó formando parte de la mía. Es por eso que, mientras para el resto del mundo él era el poeta, el escritor, el periodista, el valiente que se enfrentó a la dictadura, con su pluma y su ingenio como única arma, para mí era ese hombre gigantesco y bonachón al que todos llamábamos tío Guillermo.
Su sentido del humor es legendario y sus conocimientos tan vastos que sus conversaciones podían durar días, sin momento alguno de aburrimiento. Era un bromista natural y nadie, ni grandes ni chicos, se salvaban de sus vacilones. Siempre lo consideré una suerte de genio distraído, no sólo por sus enormes y gruesos espejuelos, sino porque siempre andaba desgarbado y con el cabello en desorden, sin importar la hora ni la ocasión, mientras se veía tan cómodo entre adultos como entre su ejército de sobrinos de todas las edades, cautivando a todos con sus historias y anécdotas.
Hoy, las historias y las anécdotas son sobre él, sobre sus logros, sobre los riesgos y peligros que enfrentó sin acobardarse, sobre su ingenio y sus bromas, sobre su increíble memoria y su capacidad infinita de jugar con las palabras y convertirlas en maravillosos escritos, en poesía, en prosa o en glosas magistrales, sobre su vida, sobre su muerte y sobre cómo pasó de gigante a inmortal.
Despidiendo el 2018, un año agridulce.
Recién ahora me doy cuenta de que no escribí mi reflexión de fin de año para 2017, pero la causa fue el preludio de un 2018 que, como ya menciono en el título, fue un año agridulce. Lo iniciamos con la preocupación, ya existente desde hacía varios meses, por la salud de mi padre. Por fortuna y gracias a los maravillosos médicos que lo trataron de forma permanente por un año, hicieron las mejores recomendaciones y llevaron a cabo procedimientos puntuales, se corrigieron y/o mejoraron las condiciones cardíacas que padece. Para ellos, mi eterno agradecimiento y el de toda mi familia. Igualmente, nuestro agradecimiento a los muchos amigos y familiares que se mantuvieron pendientes, escribiéndo y llamando. A aquellos que nos visitaban y lo entretenían en sus días de aburrimiento, le subían el ánimo y lo hacían olvidar, aunque fuera por un par de horas, la preocupación que lo embargaba. ¡Gracias a todos, en especial a Mon, Temi y Juan!
Debo decir que lo peor de ese proceso fue la ausencia de respuesta de la Caja de Seguro Social para poner remedio a los males de mi padre…aún hoy, 14 meses después de la solicitud, seguimos esperando. No quiero pensar lo que habría pasado si mi papá no hubiera tenido sus ahorros y los médicos no hubieran buscado fórmulas para bajar los exorbitantes costos de los procedimientos practicados, para él y un número plural de sus pacientes a quienes la CSS les falló en el momento en que más la necesitaban. ¡Qué decepción tan grande es experimentar que pagar tantos años no sirve de nada!
Pero como no hay mal que dure cien años, los dos últimos meses de este complicado año nos han traído alivio y alegría, no sólo por su recuperación sino por las muestras de cariño y reconocimiento a la labor que mi padre ha realizado durante sus más de 50 años dedicados al turismo, no sólo como hotelero, sino como promotor del mejoramiento de la industria en el país y toda Centroamérica.
Primero, en su adorado Bocas, la Autoridad de Turismo de Panamá, gracias la iniciativa de la Dirección Regional, le rindió un homenaje por el papel preponderante que ha jugado en la promoción del turismo en el archipiélago. También, le otorgaron al Gran Hotel Bahía, la más tangible de sus obras en ese quehacer, una distinción como patrimonio histórico, cultural y turístico del país. Nuestro sincero agradecimiento a Rubén, Gus y Chombo por llevar adelante este reconocimiento.
¡Y qué decir del hermoso homenaje que recibió por parte de la Asociación de Pequeños Hoteles de Panamá, de la cual es miembro fundador! Reencontrarse con sus compañeros de lucha de tantos años, ver los vídeos de sus colegas hoteleros de Centroamérica, escuchar palabras de cariño y sincero agradecimiento de los asociados y de amigos de la familia que se dieron cita para celebrar con nosotros esa noche. Fue un evento hermoso, con deliciosa comida y la maravillosa música de Colaquito Cortéz y Monchi Lucas que hicieron bailar a todos. ¡Qué alegría fue ver a mi papá bailando, después de más de un año de luchar por su salud! En ese momento supimos que ya estaba recuperado, tanto física como anímicamente.
Nuestro agradecimiento a todos los miembros fundadores de HOPPAN por ese homenaje, especialmente a Fátima y Tere, del comité organizador. Fue un gusto enorme ver a Yamina, Ana María, Jacinto, Laura, Guicci, Armando y al resto de aquel grupo que, durante años, constituyó un círculo constantemente cercano a mi papá. ¡Se les extrañaba! Y no puedo dejar por fuera a Sara Pardo, nuestra gran Cacique del Turismo 2018, quien seleccionó en su hotel, un hermoso salón y un menú exquisito que, acompañados por la excelente atención del personal, crearon el ambiente para una noche perfecta. ¡Gracias, Sara!
Con esa nota feliz quiero terminar este escrito que, más que una reflexión, ha sido un recuento de lo que ha marcado este año a nivel personal. Una vez más, mi sincero agradecimiento a todos los amigos que nos acompañaron, presencial y virtualmente, en los momentos de preocupación y se alegraron con nosotros al llegar a la salida del túnel, donde la luz está brillando de forma prometedora para un 2019 lleno de esperanza!
¡Que esa luz nos ilumine a todos, es mi deseo para 2019!
¡Disfruta del sol mientras brille!
Así amanece hoy la ciudad de Panamá, después de una pertinaz lluvia en la tarde de ayer. ¿Significa que no lloverá hoy? No necesariamente. Si sopla el viento del norte y trae nubes cargadas, se puede desatar un aguacero monumental, de esos que sólo caen en el trópico. Por eso les recomiendo ¡disfruten del sol mientras brille!
Organizar y simplificar: claves para tener más tiempo.
Vivimos en una sociedad de consumo que nos insta a comprar y comprar. Hay que tener una casa grande, un auto para cada adulto de la familia, lo último de la tecnología, lo que está de moda. Mientras más espacio tenemos, más cosas compramos y no desechamos nada, por lo que luego necesitamos más espacio, para comprar más cosas y se nos va el tiempo y la vida comprando cosas y buscando espacio para meterlas.
Nos pasamos el fin de semana limpiando la casa, porque es grande y hay muchas cosas que mover, por lo que nos toma todo un día, o dos. Luego nos pasamos el resto de la semana diciéndole a los miembros de la familia que no ensucien, que pongan los juguetes en su lugar, que guarden la ropa y se nos va el tiempo ordenando cosas y limpiando espacios.
Un día nos damos cuenta de que tenemos cosas que ya no nos sirven, que no hemos usado en meses ¡o nunca!, que no combinan con nada, que tenemos que mover cada vez que queremos usar un espacio o que no funcionan. Decidimos hacer una limpieza del closet, el garage, el auto o el espacio correspondiente. Y empezamos a mirar cada pieza y a tratar de romper el lazo emocional que tenemos con ésta para regalarla o desecharla…al final, no terminamos porque nos abruma la tarea, aunque sabemos que, tarde o temprano, tendremos que hacerlo o nos quedaremos sin espacio disponible.
Por fin, un fin de semana largo, o durante las vacaciones, nos proponemos terminar la limpieza y lo logramos. Al finalizar nos damos cuenta de que tenemos espacio suficiente para satisfacer nuestras necesidades y lo que nos falta es tiempo para disfrutar ese espacio con nuestras familias y amigos. Nos prometemos no volver a comprar cosas que no necesitamos, no usamos o no combinan con lo que tenemos. Cumplimos la promesa y nos damos cuenta de que organizar y simplificar nos ha permitido tener más tiempo libre para nosotros, nuestras familias y nuestros amigos. ¡Más tiempo para vivir!
Frase de la semana
La cultura del envase.
