La libertad individual, para mí, es el más importante de todos los derechos humanos. Del ejercicio de la libertad individual, deriva la libertad colectiva. Obviamente, ejercer esa libertad, tiene límites legales y morales y conlleva responsabilidades.
La libertad individual se ejerce en momentos cruciales, pero también en las pequeñas decisiones que se toman día a día. Qué ponerse, qué carro comprar, qué partido político apoyar. Todas son formas de ejercer la libertad individual.
Muchas veces, debido a posibilidades económicas, creencias religiosas o convenciones sociales, encontramos límites, impuestos por otros, a esa libertad o somos criticados por nuestras decisiones u opiniones. Algunas veces, de forma irrespetuosa, pues otras personas consideran que es su opinión la que debe prevalecer, por encima de la de los demás.
Para poder hablar de libertad, debemos hablar de respeto. Todos no podemos estar de acuerdo, a todos no nos puede gustar el mismo color, estilo de vestir, afición ni profesión. Si así fuera, el mundo sería muy aburrido. Por eso, debemos entender y aceptar esta realidad: cada cual cree, piensa, elige y hace lo que quiere y, aunque no estemos de acuerdo, no tenemos derecho a imponer nuestra opinión o creencias a otros.
Si quieres ser libre, respeta la libertad de los demás, sólo así ganarás respeto para tu propia libertad.